El placer de un bollo de mantequilla recién hecho
Hay sensaciones que nos llegan a todos por igual; comer un tomate cogido de la mata, beber un zumo recién exprimido, oler un pan recién horneado… Morder un bollo de mantequilla recién hecho es un placer equiparable; un disfrute de aromas, sabores y texturas.
Hace unos días hemos podido comprobarlo en una visita que hemos recibido de un viajero noruego que está haciendo una ruta gastronómica por nuestros sabores más identificativos, de la mano de los productores locales. La visita estuvo organizada por Marietta, de Be muy Guest in Bilbao e incluyó varias de nuestras elaboraciones más típicas de Bilbao/Bizkaia. Nuestro bollo de mantequilla, genial en su simplicidad, seduce y sorprende cuando se prueba “a pie de horno”. Menudo bocado.
El punto de partida es muy sencillo: harina, mantequilla, azúcar, sal, leche y huevos, una masa que en Bizkarra se enriquece incluyendo masa madre en la elaboración, con todas las propiedades que le aporta, duración y sabor. Se amasa hasta que quede muy fina al estirar pero sin romperse y luego se le da forma y se deja fermentan hasta que multiplica su volumen. A la vista no podría decirse que esto vaya a resultar espectacular.
Tras la fermentación, se rocía por la parte superior con yema de huevo para que adquiera tono, brillo y sabor.
Luego se hornea a fuego alto durante poco tiempo, unos 8-10 minutos, cuidando para que quede en su punto: totalmente hecho pero tierno y jugoso al morderlo.
Entonces se espolvorea azúcar por encima.
Ya disfrutamos del color, el olor y del aroma, pero lo mejor está por venir, cuando se completa con el relleno de crema de mantequilla, una vez que ya ha templado. Al poco, lo cortamos, lo probamos y nos ratificamos: todo el mundo debería probarlo al menos una vez en la vida. Y por la cara de nuestro visitante, creemos que está de acuerdo.